Era una nublada noche y nos echamos sobre una fría mesa a contarnos cómo dos tristes historias podrían, quizá, convertirse en una historia de amor nunca antes vista.
Y es que no sabría explicarte cómo se siente bailar bajo la aureola de la luna. Que el tacto de sus manos huela a azahar. Ni que a veces hay más estrellas en la tierra que en el cielo.
Los gatos nos vieron besarnos y se pusieron cariñosos con nosotros en vez de juzgar. ¿Acaso se necesita otra señal?
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